Si Alexander Von Humboldt viera la Ciudad De México en estos días estoy seguro de que sustituiría su denominación de “La ciudad de los palacios” por la de “La ciudad de los baches”.
Es verdaderamente increíble la forma en que uno tiene que conducir por la ciudad intentando eludir la mayor cantidad de baches en el asfalto, siendo de hecho imposible que nunca se caiga en alguno, por lo que básicamente uno se limita a decidir a ojo de buen cubero el bache que parece menos aparatoso para acto seguido apretar el cuerpecito (je je, como si así se pudiera suavizar el madrazo) y dejar lo demás en manos de la física.
Es verdaderamente increíble la forma en que uno tiene que conducir por la ciudad intentando eludir la mayor cantidad de baches en el asfalto, siendo de hecho imposible que nunca se caiga en alguno, por lo que básicamente uno se limita a decidir a ojo de buen cubero el bache que parece menos aparatoso para acto seguido apretar el cuerpecito (je je, como si así se pudiera suavizar el madrazo) y dejar lo demás en manos de la física.
En la ciudad hay baches para dar y prestar (¿se imaginan que prestáramos nuestros baches a Londres o Nueva York?), los hay de todos tamaños, formas y me imagino que las causas por las que existen son muy variadas también. Y son directamente proporcionales al nivel económico o importancia turística de la zona. Mientras mayores sean estos factores, menores serán los baches (nunca significara que no habrán). Los hay desde aquellos en los que al no poder evitarlos, el auto completo caerá dentro del bache sin poder salir más que con la ayuda de una grúa y que generalmente se encuentran en las colonias marginadas de la periferia de la ciudad, (estos también son conocidos como hoyos gigantes y algunos como obras del metro y/o entubamiento) así como también existe una variedad con una característica muy particular que me imagino tiene algo que ver con la teoría de la evolución y ha sido desarrollada en orden de poder seguir existiendo; el engaño. Así es , estos baches existen, están ahí en el asfalto del D.F. y básicamente uno se da cuenta de su existencia cuando al ir manejando y decidiendo que bache si y que bache no es “conveniente”, uno nota uno de bajo relieve que puedo jurar casi invita al conductor a pasar por encima con una amable sonrisa, como si dijera “ven , yo no soy como los demás, yo voy a tratarte bien” y en el mismo instante de pasar por el se cae en cuenta del error cometido al sentir tremendo trancazo en la suspensión, acompañado generalmente por un grito maldiciente del conductor del vehículo.
Y están los que de plano no esconden su existencia, sino más bien la presumen, la portan con orgullo. Tremendas depresiones asfálticas que se alimentan de arruinar suspensiones y abollar drásticamente rines y llantas. En algunas ocasiones una víctima previa queda tan traumada del incidente que no se lo desea a nadie más, por lo que coloca su ahora inútil llanta dentro del mismo bache para que una futura víctima potencial tenga tiempo de reaccionar y lo evite. En fin, Es un problema tan grande y la solución se antoja tan lejana que algunas personas lo ven ya con humor y se refieren al hecho de caer en ellos como un concurso…
…y no manchen, voy ganando.
Tal vez es una cuestión de dioses aztecas tipo águila-devorando-serpiente-sobre-nopal pues si lo vemos bien la ciudad misma es un bache, literal y metafóricamente hablando.
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